#81 ~PSN~

PLACA SIN NOMBRE, CAPÍTULO I: EXPERIMENTO

Mañana gélida, el aliento de los pocos transeúntes se pierde en las callejas oscuras llenas a rebosar de basura. Entramos en estas calles, llegando a las más barriobajeras para averiguar qué clase de secretos se esconden allí. Es entonces cuando una niña se cruza en nuestro camino. Su cabello corto y oscuro contrasta con sus ojos violáceos pero lo que nos llama la atención no es eso…

Su rostro está manchado de sangre, su ropa hecha jirones y su aliento agitado. Corre frenéticamente completamente aterrada, al parecer huyendo de algún lugar, de alguien o de algo…

Tenemos el poder de retroceder en el tiempo, nuestro plano es ilimitado y podemos hacer lo que queramos, aunque únicamente en esta dimensión omnipresente, siendo simples observadores. Pulsamos el botón de retroceso y seguimos la figura de la niña, pasando por imágenes borrosas, pero queremos llegar al origen de todo, y finalmente nos logramos detener.

La vemos sentada en los columpios de un parque. Observa a dos pequeños, al parecer hermanos suyos, sonríe suavemente y se balancea en el columpio usando los pies para impulsarse. Los críos juegan a tocarse el uno al otro para luego salir corriendo en dirección contraria, típico juego de tu las traes, el día parece uno como cualquier otro, y ya está atardeciendo…

De repente vemos dos figuras acercarse desde detrás de los arbustos que separan la zona de juego con la calle, la niña llama a sus hermanos, pero eso facilita la captura, craso error. Uno de los hombres toma a los niños por la cintura y el otro forcejea con la chica, dándole un golpe en la nuca para dejarla completamente inconsciente… les sucede lo mismo a los más pequeños.

Los dos individuos meten a los tres críos en un coche blanco, y se paran dos calles más lejos para dejar en la calle a los dos pequeños y volver a arrancar. Están bien, por ahora, pero lo que nos preocupa ahora es la chica, a la que se han llevado. Entramos en el coche y les vemos uno conduciendo y el otro con la niña en brazos, revisando constantes y por lo que va mencionando, su anatomía… que si tiene buen tono muscular, que si tal vez con ese o aquél suero… no logramos entender porqué tienen tanto interés en su condición física, tal vez sea para tráfico de órganos…
Decidimos adelantar un poco el tiempo y llegamos a un laboratorio, o algo parecido. La pequeña vuelve a estar consciente, está atada a una camilla, y sus gritos y súplicas no parecen afectar al grupo de hombres y mujeres que la rodean, sujetando más correas, inyectando sustancias y sueros, conectando cables aquí y allá, observando y anotando en libretas y carpetas.

Es obvio que estamos ante un caso de experimentación ilegal, pero estando en otra dimensión no podemos más que observar, no podemos saber quiénes son esas personas ni ayudar a la pequeña a liberarse de aquello. Finalmente la pequeña se desmaya de cansancio, dolor y miedo, a lo que los médicos responden con más máquinas extrañas, conectándola aquí y desconectándola allá… se pasan así las horas, y nos es casi imposible medir la noción del tiempo en aquél lugar tan cerrado.

Finalmente la dejan sola conectada por vía intravenosa a varios sueros y máquinas de control, aún queda un rato antes de que la chiquilla consiga recobrar la consciencia y darse cuenta de nuevo de dónde está.

Mira a su alrededor, empapándose bien de todo lo que la rodea, y descubre dos cámaras de seguridad en las esquinas de la habitación. Casi no hay luz, pero puede percibir el montón de máquinas y cables que la envuelven. Mira sus brazos respirando con agitación, puede imaginar la enorme cantidad de moretones que tiene debido a los pinchazos, además de que parece dolerle sobremanera.

Está conectada por el antebrazo y las manos a varias máquinas y bolsas de líquidos que entran sin cesar en su sistema sanguíneo. Descubre también un catéter que va directo hasta su corazón… el parche que le han puesto le pica, pero si se rasca le duele así que se rinde al picor. Pasa la mano por su cuerpo para hacer un recuento de lo que puedan haberle hecho. Tiene unas pocas suturas por la parte del abdomen, seguramente le han quitado órganos no-vitales… sigue subiendo por el torso hasta llegar al cuello, donde descubre un collarín o algo parecido, al tacto parece tener al menos una cerradura, algunos botones y una placa metálica con pequeños grabados que la niña no consigue descifrar.

Se oye un fuerte ruido, las luces del laboratorio se encienden y dos hombres entran. No parecen querer acercarse a la niña en absoluto, pero ella se encoge todo lo que puede en la camilla para que no la toquen. El primero en entrar abre la boca.

-¿Te duele algo? –Saca un cuaderno y un bolígrafo para apuntar, y la única reacción que puede anotar es el silencio y la inmovilidad de la chica- ¿Puedes hablar? –Pregunta entonces, tal vez pensando que fuese un efecto secundario de los sueros o algo- Puedes moverte, eso seguro…

Sigue esperando una respuesta que no llega, y sigue así alrededor de una hora, haciendo diferentes preguntas sobre el estado de la niña, pero esta no responde. El segundo hombre parece estar cada vez más impaciente y tras otra hora de preguntas sin respuesta se levanta ya harto y abofetea a la pequeña, que suelta un grito aterrado y le devuelve una mirada cargada de odio y desprecio. El hombre está a punto de asestar otro golpe, pero el primero le detiene, negando con la cabeza. El segundo sin embargo no se retiene en escupirle a la cara antes de salir de la sala y dejar de nuevo a oscuras a la chica.

Sólo entonces ella se limpia con la mano y se acuesta de nuevo en la camilla, de lado mirando a la puerta con algo que no podemos comprender como asco o miedo. Solloza suavemente, como si no quisiera que la escuchase nadie. Nos acercamos para observar mejor su collarín. Además de los botones y la cerradura minúscula podemos leer lo que dice su placa. Podemos leer a duras penas su tipo de sangre, género… apenas tiene los once años… Como fecha de nacimiento han puesto el día actual, como si fuese recién nacida… Nos acercamos más por si podemos ver el nombre, pero no hay absolutamente nada, ni siquiera un número de serie o identificador.

Nos alejamos repentinamente al notar un fuerte quejido de la pequeña, que se encoge sobre sí misma y se sujeta el pecho, como si el corazón se le fuese a salir. Grita de dolor y cada vez parece sentir más y más, se retuerce en la camilla cada vez más agitada. El equipo de científicos entra de nuevo en la sala, el encargado grita múltiples órdenes. Parecen ladridos, y los demás son la manada de perros. Se mueven todos alrededor de la camilla intentando controlar a la chiquilla, que se retuerce de dolor y grita con fuerza. Finalmente la amordazan y la atan con correas a la camilla, aunque eso no detiene las convulsiones. Sin hacerle mucho más caso, los científicos se mueven de aquí a allá revisando flujos y máquinas, sensores y escáneres, más que satisfechos con los resultados, pero algo decepcionados con lo que por ahora llaman “efectos secundarios”. Los que parecen ser el encargado y el supervisor se estrechan las manos, felicitándose por el momentáneo éxito de su experimento. La chica sigue gritando.

Al final inyectan un sedante a la niña y esta deja de moverse, al fin se queda en silencio. Le quitan todas las intravenosas, le sacan el catéter y suturan todas las heridas en las que han saltado los puntos por culpa del esfuerzo. Podemos ver por fin una humana, y no una maraña de cables y botellas conectadas a las máquinas. La desatan de la camilla y le quitan la mordaza, un hombre se la carga al hombro como un saco y salen todos del laboratorio, algunos llevando las anotaciones y archivos a un lado, otros simplemente llevando instrumental al almacén. Nosotros seguimos a la pequeña, la llevan por un laberíntico pasillo estrecho y poco iluminado.

Finalmente llegamos a una puerta de madera vieja, al entrar vemos que se trata de una zona de celdas, la mayoría ocupadas por distintos animales en malas condiciones, que llevan el mismo collarín que la niña. Vemos en otra de las celdas a dos niños, acurrucados en un rincón de su celda, fingiendo dormir y tapados con mantas viejas.

Llevan a la nuestra al final de la sala, donde al parecer hay una celda más grande, y la tiran allí sin cuidado, cerrando la puerta antes de irse. Se escucha un “clac” al cerrar con llave. Estamos a oscuras y solos. Sólo queda esperar a que la pequeña se despierte.

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